Una noche 29 de enero entré al Café La Estación (Quito-Ecuador) para presentar la Soledad del Monte. Muertita de miedo y frío. Seria, demasiado seria. Preparo el espacio, me tomo el té de romero y entro a concentrarme: Cómo se hace? Cómo diablos se prepara uno para entrar en personaje? Qué es eso de personaje? Se puede entrar y salir? Qué ejercicio será de hacer? Como era? Alguna vez fue? Sigo con esa manía de querer saberme y no dar cuenta del recado.
Y la Soledad se cuela despacito, suavito, como a mí me gusta.A las ocho en punto toca la tercera campana y el espectáculo comienza: todas las preguntas se desvanecen. En mi frente están un montón de personas amigas y conocidas, desconocidas y altas, risueñas y serias. Pura magia.
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